Con el término «los últimos de Filipinas» nos referimos a una increíble gesta militar protagonizada por un destacamento español durante la guerra de Filipinas (1896-1898). En concreto alude al sitio que entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899 padeció el 2º Batallón Expedicionario de Cazadores en la localidad de Baler, en el distrito de Príncipe (noreste de Luzón). Un asedio que se prolongó más allá del dominio hispánico en las islas.
Después del Tratado de Biak na Bato y el estallido de la guerra con Estados Unidos, que comenzó en Filipinas con la derrota española en la batalla naval de Cavite el 1 de mayo de 1898, se reactivó la insurrección independentista liderada por Emilio Aguinaldo. Desde entonces multitud de destacamentos quedaron aislados a lo largo y ancho del territorio insular. La mayoría de ellos fueron cayendo en los meses siguientes, incluida Manila, la capital, que sucumbió el 13 de agosto. En muy poco tiempo sólo quedó el de Baler, si bien pronto quedó aislado e incomunicado.
Atrincherados en una iglesia, los defensores de Baler soportaron un asedio de casi un año de duración, al final del cual España había cedido su soberanía sobre Filipinas a Estados Unidos. Los españoles, a las órdenes del capitán Enrique de las Morenas y Fossi, y tras su muerte por el teniente Saturnino Martín Cerezo, resistieron en condiciones extremas los continuos ataques de los filipinos. Durante trescientos treinta y siete días vivieron episodios de debilidad, deserción y de traición, de abatimiento, muerte y desesperación, pero también de compañerismo, de instinto por la supervivencia, lealtad, valor suicida y heroísmo. La aventura protagonizada por «los últimos de Filipinas» constituyó el epílogo del imperio español en Asia, en el que después de casi cuatrocientos años definitivamente se puso el sol.